*Andrea Fontana
Hubo una época en mi vida en que fui totalmente absorbida por la "beatlemanía". La memoria de mi computadora colapsaba debido a la gran cantidad de fotos y canciones de los "Cuatro de Liverpool" y me unía a cuanto grupo, foro y comunidad de internet existiera. Escuchaba sus canciones en cassettes, mp3 y luego pude, finalmente, comprarme, mi primer disco: Help! Vi todas sus películas. Habrá sido hace, ¿quince o catorce años? Quizá muchos más. La primera referencia a Los Beatles la tuve en mi infancia con Mafalda, eso lo recuerdo bien. Sé que cuando los empecé a escuchar, mi oído, mi mente y mi corazón se abrieron hacia otro mundo. No volví a ser la misma.
De esos años, quedan algunos de mis discos originales en un estante, un póster de la película animada Yellow Submarine en mi ropero y un cuadro de John Lennon, que me enamoró en Córdoba, mientras recorría una feria de artesanos. Y claro, recordar cada 8 de diciembre el día en que una de las voces de una generación pasaba a ser eterno.
36 años pasaron ya de ese 8 de diciembre de 1980. Para cualquier fanático de Los Beatles, esta es una fecha dolorosa. Esa noche, con 40 años, John Lennon moría de cinco disparos propinados por Mark David Chapman. Volvía a su hogar del estudio de grabación, acompañado de su esposa,Yoko Ono y hacía tres semanas terminaba de publicar su álbum Double Fantasy, que marcaba su regreso luego de un descanso de cinco años. El último autógrafo que firmó en su vida, ironías del destino, fue a su asesino. Se iba una de las voces del siglo XX, un hombre que vivió y sintió la música desde su juventud. De aquel adolescente de Liverpool amante de Elvis, que con 17 años y movilizado por el rock and roll formó su primera banda hasta formar, después de muchas idas y venidas, una de las bandas que marcó a las nuevas generaciones de jóvenes junto a sus entrañables amigos Paul, George y Ringo. Alejado del frenesí de los primeros años, John mutó hacia la música de protesta, en contra de la guerra, los reclamos por la paz, los derechos de los trabajadores, las mujeres con canciones significativas como Give Peace a Chance, Working Class Hero, Woman y la entrañable Imagine.
La vida de John fue cruelmente arrebatada, pero su arte vive, vive en cada pequeño ser que muta en la naturaleza y se resignifica para poder seguir dando batalla ante las adversidades. En su arte, en su poesía, en su legado, en todo lo bello que nos dejó, John existe en su música, en sus canciones, en el aire, en las estrellas, en cada flor y en cada ser humano que pisa este vasto universo. "Imagina que no hay cielo, es fácil si lo intentas...Imagina a toda el mundo, viviendo la vida en paz",canta y me hace entrar en un trance. Somos él y yo. Nadie más.
A 36 años, repito la frase que digo todos los 8 de diciembre: "¡SOS ETERNO LENNON!". Es verdad, ya no soy la "enferma loca de Los Beatles", como algunos me llamaban, pero esa llamita sigue flameando en mí.