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martes, 15 de mayo de 2018

Matilda y Mueran Humanos en la Vieja Usina: explorando los límites de los sentidos

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Crónica: Octavio Gallo


La Vieja Usina fue sede de una nueva edición del Cosmomedia, una propuesta innovadora que conjuga distintos lenguajes. Matilda y Mueran Humanos hicieron mover al público en una noche que trascendió las fronteras de lo musical. El espectáculo incluyó la presentación de DJs, artistas visuales y la drag queen Reina Heels como anfitriona de lujo.


Una vez Frank Zappa dijo que “escribir sobre música es como bailar sobre arquitectura”. Es muy difícil traducir al lenguaje escrito las sensaciones que produce algo tan abstracto como la música. Shows como el del viernes pasado en la Vieja Usina significan un desafío aún mayor, porque escapan a los lugares comunes de eso que llamamos rock, que cada vez abarca más y aprieta menos. “Un viaje multimedial y sensitivo” anunciaba la gacetilla de prensa del Colectivo de Artistas Cosmomedia, y resultó certero. Entre los sentidos no hubo jerarquías: el Cosmomedia los estimuló a todos por igual.
El recital arrancó con demoras, a pesar de que se anunciaba puntualidad. La noche estaba fresca y las pruebas de sonido incluían ya el trabajo de los artistas de Cosmomedia en las pantallas. Las visuales usaban el mapping, que es una técnica de proyección que utiliza las características de las superficies reales en las que se proyectan las imágenes para generar un efecto de animación. Estas imágenes acompañaron el breve lapso de música electrónica con el que fuimos calentando el cuerpo mientras esperábamos a Matilda.
Pasadas las diez, se corrió el telón (literalmente) y apareció el dúo rosarino. La propuesta de Matilda (Juan Manuel Godoy e Ignacio Molinos) combina varias cosas difíciles de combinar. Es música electrónica, pero muchas de sus canciones tienen un dejo orgánico y natural. Sus letras se sumergen de forma filosófica en la vida humana: en su carácter cíclico, en el amor y sus dificultades, en los límites y los placeres del individuo. Y, sin embargo, el ritmo electropop de su música apunta al baile como la mejor forma de canalizar estos pensamientos sin hacerse la cabeza. En sus recitales siempre hay un clima muy lindo, y se percibe la armonía y la felicidad entre el público, que baila y canta extasiado. El río y su continuidad, la canción que abre el último disco de la banda, fue el punto más alto del show, con su ritmo adictivo, sus guitarras funk casi como pidiendo permiso entre los beats electrónicos y el baile robótico de Juan Manuel Godoy, el cantante.
Durante el intervalo subió la “anfitriona intergaláctica” de la noche, Reina Heels, que le puso el cuerpo a la música del DJ y generó muchos aplausos de un público que, se notó, la quiere mucho. Las pantallas ya se preparaban para recibir a Mueran Humanos, y anticipándose al cambio musical, pasaban de mostrar colores a un completo blanco y negro.
Mueran Humanos es un dúo conformado por Carmen Burguess y Tomás Nochteff. Ellos son argentinos, fundaron el grupo en Barcelona en 2006 y actualmente viven en Berlín. Ambos tienen un extenso recorrido en la escena under local. Carmen también forma parte del grupo Mujercitas terror, y Tomás Nochteff ha protagonizado distintos proyectos desde su fundacional Dios, una banda extraña con bajo y sin guitarra que sacó un solo disco en 2001 y, con el paso del tiempo, se convirtió en una banda de culto.
Todos los proyectos de Burguess y Nochteff están atravesados por la oscuridad. En ese sentido, parece lógico que el hogar de Mueran humanos sea Berlín. Es una música que combina post-punk, industrial y películas de terror, en la que no importan tanto las melodías (la mayor parte de ellas son casi habladas) sino las texturas y los climas. Las canciones de Mueran humanos son largas y monótonas. Se construyen de a poco, entre imágenes poéticas que sugieren y pocas veces explicitan (“odiamos lo literal”, declaró una vez Tomás), sintetizadores y guitarras distorsionadas. En cada una de las canciones, nos fuimos metiendo en un trance y terminamos levantando los brazos y agitando la cabeza mientras Burguess y Nochteff escupían las últimas líneas, siempre memorables: “Nunca te callás la boca, porque ser estúpido es gratis”, “Nacimos para caminar descalzos sobre las cabezas de tus reyes”. La oscuridad sonora se complementaba de forma ideal con las visuales, que remitía a los mismos lugares que las letras: el clero, la mitología, las ciudades, los cuerpos, las muñecas y los recortes de diario.  Es necesario volver a destacarlo: el trabajo de los artistas de Cosmomedia en las pantallas fue sencillamente hermoso a lo largo de toda la noche.

El único bis de Mueran Humanos fue una elección extraña: El violín de Becho, de Alfredo Zitarrosa, que obviamente sonó muy distinta a la versión original. Así cerraron un show apocalíptico que justificó las palabras con las que se presentaban antes del evento: “la especie humana se extingue a sí misma y nos encanta: nunca nos gustó lo que representa. En alianza con todo lo no humano -máquinas, criaturas y desiertos- bailamos y celebramos su holocausto”. Así concluyó, también, una nueva edición del Cosmomedia, un festival único cuyas ediciones subsiguientes serán también únicas, pero todas atravesadas por el mismo objetivo: celebrar el arte y hacer que la mente baile y el cuerpo piense.
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