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La big band le bajó el telón a la XXI edición del Festival de Jazz de Santa Fe. El Teatro Municipal 1° de Mayo de la vecina ciudad fue el escenario de un show especial, festivo y
con tintes latinos. De esta manera, se cerró una nueva edición de uno de los encuentros musicales más históricos de la región, que se sigue consolidando como una opción ideal para los amantes del género.
La fresca noche del domingo en Santa Fe anunciaba el inminente otoño. En el centro de la ciudad, donde empieza la peatonal San Martín, el histórico Teatro Municipal 1° de Mayo se puso el sombrero Panamá, agarró las congas y prendió un habano para recibir un nuevo espectáculo de la Santa Fe Jazz Ensamble. Como es costumbre, la big band fue la encargada de cerrar la vigésimo primera edición del Festival de Jazz. Fueron dos semanas muy cargadas: clínicas y talleres para músicos a la tarde, y conciertos y recitales a la noche en distintos bares de la ciudad. Y no había mejor manera de coronar el evento que la Jazz Ensamble, una de las big bands más consolidadas del interior del país y nave insignia del género en Santa Fe.
El evento arrancó con el grupo liderado por Luciano Ruggeri, baterista rosarino que propuso un sonido luminoso, rítmicamente impecable y con reminiscencias a la música de algunos antiguos dibujos animados de la época muda. En la mitad de la presentación, se agregó como invitada la queridísima Flopa Suksdorf, con su hermosa voz llena de alma (o lo que algunos llamarían feeling). La banda se adaptó maravillosamente a la voz de Flopa, y se pasó a los estilos del blues y del gospel, sangrantes, bohemios y repletos de amor y desamor.
Después de una breve pausa, fue el turno del plato principal de la noche. La Santa Fe Jazz Ensamble se fundó en 1981, y fue una de las primeras big bands nacionales (grandes orquestas con secciones de vientos, de maderas y rítmicas) surgidas fuera de Buenos Aires. Mucho tiene que ver el conjunto con la organización del Festival, y por eso suelen encargarse del cierre. Pedro Casís, su director, destacó la labor de la comisión organizadora, y también hizo hincapié en la importancia de la gran presencia joven durante todo el festival, tanto en el público como arriba de los escenarios.
Promediando el concierto, Casís confesó que habían preparado “un repertorio fiestero”. A esta altura, el público ya se había dado cuenta. Sostenidos por una maravillosa base
rítmica de congas y baterías, y con el sonido característico de Francisco Lo Vuolo en el piano, las distintas secciones de vientos se pasearon por un repertorio casi enteramente alegre y festivo. Como es costumbre en los conciertos de Jazz Ensamble, sonaron standards clásicos del género, como Moanin’ de Art Blakey o Lullaby of Birdland de George Shearing, junto con otros temas más modernos. Ya era casi la medianoche cuando Casís anunció el último tema, ya que, lamentablemente, “mañana era lunes y
había que trabajar”. El público despidió con aplausos la propuesta de Jazz Ensamble, y celebró la finalización de una nueva edición de un festival original, ecléctico y con mucha calidad, que ya se ha instalado como una opción tradicional en la vida cultural de la ciudad de Santa Fe.