Un día como hoy, pero hace 25 años, moría el
cantante Freddie Mercury. Tras haber luchado contra el SIDA durante un largo período de tiempo,
finalmente el ídolo perdió la pelea y falleció en su casa de Kensington, Londres. El final de Freddie llegó un día después de haber anunciado al mundo que
estaba infectado con H.I.V.
"Freddie Mercury murió
completamente en paz esta noche en Kensington, Londres. Su muerte ha sido el
resultado de una bronconeumonía originada por el sida", informaba al mundo Roxi Meade, Vocera de Queen, ese fatídico 24 de
noviembre de 1991. Con tan sólo 45 años dejaba de existir una de las leyendas
del rock mundial, víctima del Virus de Inmunodeficiencia Humana, más
conocido como H.I.V o S.I.D.A. Su muerte llegó justo un día después de que el
cantante anunciara a sus fans y amigos del globo que padecía la enfermedad. El
23 de noviembre de ese año, Mercury difundía el siguiente comunicado: "Siguiendo la enorme conjetura de la
prensa de las últimas dos semanas, es mi deseo confirmar que padezco SIDA.
Sentí que era correcto mantener esta información en privado hasta el día de la
fecha para proteger la privacidad de los que me rodean. Sin embargo, ha llegado
la hora de que mis amigos y seguidores conozcan la verdad y espero que todos se
unan a mí y a mis médicos para combatir esta terrible enfermedad. Mi privacidad
ha sido siempre muy importante para mí y soy famoso porque prácticamente no doy
entrevistas. Esta política continuará".
Tras su muerte, el 20
de abril de 1992, un grupo de artistas amigos de Freddie llevó a cabo un concierto
en memoria suya. El homenaje se realizó en el Estadio de Wembley, Inglaterra, y
contó con la presencia de 72.000 fans que corearon y lloraron con cada
interpretación. Entre los artistas y bandas invitadas figuraron Metallica, Guns N' Roses, Extreme, David Bowie, Elton John, Def Leppard, Ian Hunter, Mick Ronson, Seal, George Michael, Roger Daltrey, Robert Plant, Bob Geldof, Tony Iommi, Zucchero Fornaciari, Lisa Stansfield, Liza Minnelli, Annie Lennox, Spinal Tap, Paul Young y Chris Thompson.
Video del homenaje a Freddie Mercury en 1992.
Con el evento se pretendía, aparte de homenajear al artista, concientizar a la gente sobre el S.I.D.A y recaudar fondos para la Mercury Phoenix Trust, fundación que crearon sus compañeros de Queen tras su muerte.
La mañana del jueves 21 de noviembre fue un día muy triste para mí. Fue la última vez que Freddie apareció en la ventana de su habitación gritando 'cooee' y yo sabía que el final estaba muy cerca. Esa noche tuve especial cuidado de él. Se quedó dormido y me acosté a su lado en la cama. Sólo tenía que darme suavemente con el codo y ya estaba despierto para lo que quisiera.
Al amanecer ya estaba despierto,
tranquilamente viendo la televisión. Freddie estaba todavía dormido, acurrucado
en mi brazo y aferrándose a mi mano. De vez en cuando me la apretaba
suavemente. '¿Me quieres?', me preguntó al despertar. Hoy más que nunca
necesitaba oír lo mucho que le querían. 'Sí, te quiero', susurré y le besé en
la frente. (…) Freddie durmió durante gran parte del día siguiente y por la
tarde subí a verlo. Estábamos acostados en la cama cuando me preguntó qué hora
era.– 'Son las ocho"', le dije.– 'Pronto el mundo entero lo sabrá',
suspiró mirándome con ojos tristes. Este fue el primer indicio de que
había algo que estaba pasando.
'Cuando Freddie asintió con la cabeza
me fui abajo y le conté a Joe [Fannelli, ex amante y cocinero de Mercury] lo
que me había dicho. Confirmó que se había preparado un comunicado explicando su
condición. Estaba previsto que se emitiera a medianoche. Yo no tenía que
ocuparme de Freddie el sábado por la noche, sino Joe. Pero se había ido al
gimnasio, luego a tomar una copa y ya no apareció. Estaba con Freddie en su
habitación alrededor de las 10 cuando se agitó terriblemente. No dejaba de
preguntarme dónde había ido Joe.– '¿Por qué, cuál es el problema?', pregunté.–
'Bueno, tengo que tomar mi medicina'– 'Oh, eso no es un problema', contesté.
'Te puedo dar yo las pastillas. ¿Cuáles son?'. Él sabía exactamente cuáles eran
las tres o cuatro que necesitaba. Analgésicos. Había estado tomando AZT, pero
lo dejó junto a todas las demás. (…)
Freddie se despertó de nuevo a las seis
de la mañana y pronunció lo que serían sus últimas palabras: 'Pis,
pis'. Quería que le ayudara a ir al baño. Estaba terriblemente débil y
tuve que llevarle en brazos. Al colocarle de nuevo en la cama oí un crujido
ensordecedor. Sonaba como un si se le rompiera algún hueso, partiéndose como la
rama de un árbol. Gritó de dolor y le dio una convulsión. Llamé a Joe a gritos.
Le necesitaba para sujetar a Freddie a la cama para dejar de hacerse daño a sí
mismo.
Con los años, Joe había visto Freddie
tener un ataque de ansiedad tras otro y sabía exactamente cómo manejarlo,
sujetándolo hasta que la ansiedad cedía. Le dijo: 'Freddie, cálmate'. Entonces
Freddie lanzó su mano directa a la garganta de Joe. Era como un hombre que se
ahoga luchando por conseguir un poco de aire. Joe se liberó de las garras de
Freddie y, finalmente, le calmó. Luego, exhausto por el esfuerzo, Freddie se
quedó rápidamente dormido. Llamamos al doctor Atkinson, que se acercó y le dio
una inyección de morfina que le ayudara a tirar adelante. Joe me dijo después
que Freddie era alérgico a la morfina, pero a estas alturas ya parecía no
importar.
Mary [Austin, su mejor amiga] llegó más
tarde y nos reunimos en la cocina, a la espera de escuchar el pronóstico del
doctor Atkinson. Nos dijo: 'Freddie probablemente durará hasta el jueves'. Joe
y yo nos miramos el uno al otro. Ambos sabíamos que no podría durar
tanto. (…) El doctor Atkinson se quedó en casa toda la tarde y se fue poco
después de las seis y media. Le di las gracias por haber estado tanto tiempo,
le vi salir y luego volví a entrar para estar con Freddie.
Pidió ir al baño. Después de las
terribles convulsiones que había tenido por la mañana después de ir al baño, no
me atreví a lidiar con él otra vez con una sola mano. Corrí escaleras abajo y
me encontré a Phoebe [seudónimo de Peter Freestone, que ayudaba al cuidado
personal de Mercury]. Cuando llegamos al piso de arriba, Freddie había mojado
la cama. Phoebe me miró y preguntó: '¿Cambiamos las sábanas?'– 'Más vale',
contesté. 'Si no lo hacemos y se despierta y se pondrá de mala leche'. No sé
por qué dije eso, tal vez fue mi subconsciente tratando de hacer ver que las
cosas eran menos graves que la realidad. Phoebe comenzó a cambiar la cama
mientras yo me ocupaba de Freddie. Cuando le estaba poniendo una camiseta
limpia y un par de calzoncillos, sentí que trataba de levantar la pierna
izquierda para ayudar un poco. Fue lo último que hizo. Bajé la vista
hacia él, sabiendo que estaba muerto.
– 'Phoebe', grité. 'Me temo que se ha
ido'. Puse mi brazo debajo del cuello de Freddie, lo besé y lo abracé. Sus
ojos seguían abiertos. Recuerdo la expresión de su rostro y cuando me voy a
dormir cada noche aún está ahí, frente a mí. Estaba radiante. (…) Detuve la
manecilla del reloj de cuerda que estaba junto a la cama. Se lo había regalado
a Freddie porque me dijo que siempre había querido uno. Ponía que eran las
siete y 12 minutos. Nunca lo he vuelto a poner en marcha".