Ante una situación que nos entristece, que
nos enluta como país y como personas, es necesario hacer un parate, y pensar.
La mañana de este domingo nos desayunamos
una tragedia más que marca a todo el ámbito del rock: la muerte de dos
personas, y más de una docena de internados a raíz de diversos incidentes
ocurridos durante el recital del Indio
Solari y Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado en la localidad de
Olavarria, provincia de Buenos Aires. Al número de víctimas fatales hay que
sumarles quienes fallecieron camino al show y en el regreso a sus hogares. Además,
miles de personas que quedaron varados en la ciudad y otros tantos que aún hoy
no han podido regresar a sus hogares.
Entre medio de tanta angustia y confusión,
se busca insaciablemente a los responsables de una situación que se podría
haber evitado. Los principales acusados son, principalmente, las víctimas, que
automáticamente se transforman en victimarios por los prejuicios y las
estigmatizaciones de la gente que mira desde afuera.
No es nada extraño escuchar la frase “drogas
y rock and roll”, como si fuera una obligatoriedad que ambas vayan de la mano.
Tampoco es extraño que muchos se excusen en ella para justificar lo que es una
enfermedad - como lo son las adicciones -, una gran problemática social y
cultural. Lo cierto es que esta frase no representa a la mayoría de los oyentes
del rock, ni mucho menos a la mayoría de los que estuvieron el pasado sábado en
el predio “La Colmena”.
Es fácil acusar con el dedo, tildar a todos
de “borrachos, drogadictos, vagos y delincuentes” y así no sentir culpa de las
vidas se perdieron y que ya no volverán. Pero para entender lo sucedido hay
muchos factores que analizar y tener en cuenta.
Volviendo a la madrugada del domingo, apenas
terminada la “misa ricotera”, comenzaron a surgir diversas y erróneas
informaciones acerca de lo ocurrido durante el show. La cantidad de víctimas fatales
difundida fue exagerada, y causó el pánico y la preocupación entre los que allí
se encontraban y los que en casa esperaban reencontrarse con los suyos. Las
dificultades para abandonar el predio – según los testimonios de los presentes
– habrían sido, principalmente, debido a la supuesta capacidad superada del
lugar y la habilitación de sólo una salida para miles de personas.
Los rumores – y denuncias – de falta de
control e ingreso libre, como así también de zonas liberadas por las fuerzas de
seguridad se replicaron rápidamente en los medios de comunicación. Aunque estas
y otras cuestiones aún son materia de investigación para la justicia, debemos
re – plantearnos el desarrollo de los hechos y cómo habrían sido de diferentes
las cosas si se hubiera planificado un evento a la altura de la circunstancia.
Que el Indio
pidió que se cuiden; que el Indio
pidió que asistan a los descompensados, que el Indio pidió que se calmen; que el Indio amenazó con no seguir. A pesar de los intentos de controlar
la situación, no fue suficiente ante un público que estaba incómodo y eufórico
al mismo tiempo. Quizás hubo falta de solidaridad y de responsabilidad de parte
de ciertos espectadores, pero no de todos. Si esto no hubiera sido así, hoy
estaríamos hablando, quizás, de algo mucho peor. Pero no hay que olvidar que
todo esto surge a partir de la avaricia y la falta de sensibilidad humana.
Mientras algunos se lavan las manos diciendo “la situación nos superó”, como
declaró el Intendente de Olavarría, Exequiel Galli, otros permanecen en
silencio, como lo hacen los responsables de la empresa organizadora.
Todos sabían de la masividad del show, todos
sabían que el artista es uno de los más convocantes del país y, sin embargo, no
tomaron los recaudos necesarios para poder controlar la situación y asegurar la
integridad física tanto de los “peregrinos” como de los vecinos anfitriones.
Después de la misa llegó el caos y el
descontrol. Los micros se fueron, miles de personas incomunicadas y varadas en
una ciudad que ya no se mostraba tan alegre por ser parte de un día que
prometía ser “hermoso”. Los inadaptados de siempre, los dueños de lo ajeno,
terminaron de manchar lo que fue, quizás, el último show en vivo del ex
redondito de ricota.
Ahora, cuando ya pasaron varias horas, es necesario parar y
pensar. ¿Esto es realmente lo que queremos? ¿Es justo que nuestro rock se siga
manchando de sangre? ¿Nos gusta que vayamos muchos y volvamos pocos? ¿Qué es lo
que importa en realidad? ¿La música y el ritual valen más que mi propia vida?
¿Y el que tengo al lado?. Debemos creer, ¡debemos crecer!. No podemos seguir
siendo indiferentes ante estas situaciones; tenemos que ponerle un freno y ya.
Exijamos seguridad, exijamos compromiso, exijamos que nunca, pero nunca, se
repita.